El descubrimiento interior me ha acompañado a lo largo de toda mi vida. Mi primer contacto con ello fue muy precoz y afortunado. Siendo niño tuve la inmensa suerte de conocer a alguien extraordinario, que cambió para siempre el rumbo de mi vida. Ese alguien era Antonio Blay. Su verdad, su autenticidad, su pureza, su extrema lucidez, su cálido y gozoso sentido del humor… me hizo entender que tras aquella curiosa figura, se encontraba una puerta hacia algo inmenso, algo extraordinario, que yo, sin saberlo, anhelaba con todas mis fuerzas. Pronto, muy pronto, me interesé por lo que él explicaba, el camino a recorrer para poder despertar y vivir aquello que yo veía en él.
“Eso que ves en mí es lo que tú eres…” me repetía incansablemente. He necesitado años para comprenderlo y realizarlo. Años de trabajo riguroso, de volcar mi vida sin excepciones hacia lo que consideraba esencial. En tantos años de camino, son muchas las cosas que he podido vivir. Ha sido y es un sendero de discernimiento, de luz, en el que la comprensión de lo verdadero se ha ido abriendo paso, permitiéndome soltar apegos y dependencias, integrando poco a poco todos los aspectos de mi vida.
En una primera etapa el trabajo me llevó a largos espacios de recogimiento y a un asumir en mi experiencia personal, las cosas que poco a poco iba comprendiendo. Posteriormente sentí la llamada a compartir con los demás este trabajo que me había liberado, con la exigencia de mostrar con la mayor claridad posible este conocimiento, y con el firme y rotundo compromiso de acompañar a las personas en sus vidas cotidianas. Para mi fue una prioridad, un trabajo real, diario, en el que cada mañana uno aprenda a amanecer bañado en estas verdades, para que estas iluminen el día y nos permitan vivirlo de un modo más auténtico y pleno. Recordando a las personas lo que saben pero olvidan, alentarles en los inevitables momentos de desánimo, y aclararles en los instantes de confusión. Todo eso pide compromiso, perseverancia y también mucho diálogo verdadero.
Este espíritu creó en 1995 Espacio Interior, que desde entonces cumple esa función, creando también un vínculo muy profundo entre los que lo conformamos. Un vínculo en esa demanda de ser nosotros mismo fuera del miedo y del deseo. Este espíritu nos da fuerzas, determinación, lucidez y entusiasmo para proseguir en el camino y realizar esa sabiduría, que en mis años de infancia aprecié y reconocí en Blay. “Todo lo que ves en mi, lo eres”. Lo somos, diría yo. Lo somos.
1 Respuesta en “Antonio Jorge Larruy”
Excelente.