La dispareunia es un tema del que se habla poco y quien lo sufre suele llevarlo en silencio. Esto acaba afectando a su bienestar emocional, a su sexualidad y a su intimidad. Para algunas personas, las relaciones sexuales van acompañadas de dolor y molestias, lo cual genera ansiedad, frustración y a la calidad de las relaciones íntimas.
Se trata de la tercera disfunción sexual en mujeres, manifestándose en casi todas las edades. Aunque también se puede dar en hombres, es mucho más frecuente en ellas. Para romper con ese silencio, nos gustaría hablar hoy de la dispareunia femenina, cuáles son sus síntomas, sus múltiples causas, sus consecuencias y cómo abordarla.
¿Qué es la dispareunia? Síntomas y señales a tener en cuenta.
La dispareunia consiste en el dolor físico justo antes, durante o después de las relaciones sexuales, en concreto, en la zona de la vagina y, en concreto, durante la penetración. Aunque muchas personas experimentan dolor durante las relaciones sexuales en algún momento de su vida, la dispareunia se da cuando el dolor es persistente o, al menos, aparece de manera intermitente durante el coito vaginal u otras prácticas eróticas que impliquen penetrar (por ejemplo, durante la masturbación) o al introducir otros objetos como juguetes sexuales o tampones.
El dolor puede tener múltiples causas: desde fisiológicas como sequedad vaginal, hipertonía del suelo pélvico, consecuencias de una episiotomía, infecciones o inflamaciones o problemas estructurales o anatómicos. Al no ser este nuestro campo, nos centraremos en las causas psicológicas que también pueden influir en la aparición o el mantenimiento de una dispareunia. Sí señalaremos que, para el tratamiento de la dispareunia, es clave dar con el origen y, en caso necesario, abordarlo multidisciplinarmente. Es complejo establecer qué fue antes: si por un problema fisiológico se experimentó dolor y a raíz de ahí desarrollo ansiedad anticipatoria en las relaciones sexuales, mi cuerpo se tensa y el problema fisiológico se agrava o si, por el contrario, la ansiedad o el estrés (entre otras causas psicológicas) hace que el cuerpo se tense durante las relaciones sexuales y se desarrolle una dificultad fisiológica como una hipertonía del suelo pélvico.
Causas psicológicas de la dispareunia.
- Educación sexual inadecuada.
Una de las principales causas del desarrollo de una dispareunia es tener creencias erróneas sobre la sexualidad y el sexo. Por ejemplo, creer que los “preliminares” no son sexo y no dedicarles la suficiente dedicación puede llevar a una escasa lubricación. Por otro lado, si hemos crecido con una idea de la sexualidad desde la culpa o la vergüenza, no viviremos las relaciones sexuales como algo de lo que disfrutar. Además, en la actualidad vivimos en una sociedad hipersexualizada en la que se transmite el mensaje de que el sexo te debe apetecer siempre y que debe ser algo de lo que disfrutes siempre. Cuando no es tu caso, puedes llegar a mantener relaciones sexuales sin siquiera preguntarte si en ese momento te apetece. Con lo cual, tienes sexo desde la expectativa externa y la complacencia sin que tu cuerpo esté preparado. Como consecuencia, tu respuesta sexual será inadecuada (poca lubricación, tensión muscular en la zona pélvica, etc.).
Creencias erróneas sobre la sexualidad humana que bloquean tu deseo y tu placer.
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- Relaciones sexuales insatisfactorias.
Las prácticas eróticas que realizas con tu pareja no te resultan placenteras, sientes que son demasiado previsibles o se ha perdido la espontaneidad. Si no estás viviendo las relaciones sexuales como a ti te gustaría o no estás obteniendo placer sexual, es lógico pensar que tu cuerpo se revele y te mande sensaciones de dolor para que pares. Nuestro cuerpo es sabio y, cuando no le hacemos caso, nuestro sistema nervioso se hiperactiva, desesperado mandándonos señales para que paremos o hagamos algo distinto.
- Mala comunicación con la pareja sexual.
Por otro lado, si no comunicamos lo que nos gusta, lo que queremos y lo que nos apetece, el sexo será insatisfactorio. Lo viviremos desde la resignación y el conformismo. Estas dos cosas, resignación y conformismo, no nos dejará escuchar nuestro cuerpo: tanto sensaciones de placer como posibles molestias. Por supuesto, la comunicación es de dos. Por lo tanto, para disfrutar de nuestra erótica en pareja tenemos que preguntar, respetar lo que nos dicen y pedir. Solemos pensar que pedir es un acto egoísta, pero para nuestro bienestar emocional y nuestra intimidad es necesario.
- Problemas emocionales.
El estrés, la ansiedad y la depresión afectan a nuestro deseo sexual. Tener sexo sin deseo de tenerlo, además de absurdo, aumenta las probabilidades de que el encuentro sexual en sí sea insatisfactorio, lo que, a su vez, aumenta las probabilidades de que experimentemos dolor antes, durante o después de él. Los problemas emocionales afectan a nuestro sistema nervioso, a nuestras hormonas y, por lo tanto, a nuestra respuesta sexual. Esto es muy importante tenerlo en cuanta si queremos tener relaciones sexuales satisfactorias.
- Experiencias traumáticas.
En algunos casos, ha sido una mala experiencia a la hora de introducir o sacar un tampón o en un encuentro sexual consentido que no fue como esperábamos y fue el detonante de la dispareunia. En otros, una mala experiencia en un encuentro sexual en el que no estábamos a gusto y/o, incluso, experimentamos dolor por algo externo (una pequeña herida, falta de lubricación ese día, días premenstruales, etc.) puede generar ansiedad anticipatoria para la próxima vez y que impida que disfrutemos de las relaciones futuras y que el dolor se agrave o persista. Por supuesto, experiencias como los abusos sexuales, agresiones sexuales o mujeres víctimas de la mutilación genital femenina, dejan una enorme huella emocional en la persona, dejando heridas no solo en su bienestar general, sino también, en su manera de vincularse con los demás y en algo tan preciado, delicado y bonito como es la intimidad.
Impacto psicológico de la dispareunia: más allá del dolor físico.
- Lidiar con el silencio.
La dispareunia, por lo general, conlleva un camino largo. Este no solo comienza cuando quien la persona que lo sufre se decide a comunicarlo, ya sea a alguien de su red de apoyo o a un profesional de la salud. En más ocasiones de las que nos gustarían, las personas callan, aguantan el dolor y aprenden a tolerarlo. Esto es culpa del enorme tabú que existe entorno a esto y que impide que hablemos de que algo no va bien y no nos permite aceptar la idea de que (por el momento) no podemos disfrutar ni complacer a nuestra pareja desde la erótica y el placer.
- Impacto en la calidad de vida y en la satisfacción sexual.
Como podemos imaginar, todo ello tiene un enorme impacto psicológico en la calidad de vida de la persona. En primer lugar, lo que más se ve afectado es el placer sexual, de manera que muchas mujeres tienen dificultades para disfrutar de sus relaciones eróticas, ya no solo de la penetración sino de otras también. Esto es así, porque se desarrolla ansiedad anticipatoria ante el dolor, el cual está asociado a las relaciones sexuales. Con un beso o una caricia, nuestra cabeza anticipa que eso puede llevar a más y, con lo cual, anticipa el dolor, impidiéndole también disfrutar de abrazos, besos, caricias, desnudez, etc. Como consecuencia, si se tiene pareja, la relación puede verse dañada por el distanciamiento paulatino, emocional y físico, de la pareja que se va sufriendo.
- Tolerancia al dolor y frustración.
En segundo lugar, esto genera una enorme frustración. En muchos casos, el dolor no impide la penetración, pero resulta tolerable. Como nos resulta tan frustrante no poder disfrutar al cien por cien o nos genera un conflicto interno el tener que parar, muchas personas aprenden a tolerarlo demasiado el dolor. Esto no hace más que agravar la situación. Este conflicto interno se presenta en forma de pensamientos del tipo: “No le quiero cortar el rollo”, “Ahora no puedo parar”, “Para lo que queda, ya aguanto”. Como decíamos esto no hace que la idea de tener sexo se presente como algo deseable y de lo que se pueda disfrutar y teniendo como consecuencia, de nuevo, distanciarnos de la pareja, teniendo dificultades para disfrutar o que las relaciones sexuales sean una tortura.
- Disminución del deseo sexual.
Todo ello, hace que el deseo sexual disminuya. La explicación es sencilla: no voy a querer repetir algo que me resulta frustrante y doloroso. Esto afecta a las parejas, dado que quien sufre dispareunia deja de tomar la iniciativa, la otra parte empieza a sentirse rechazada, poco deseada y comienza a pensar que a su pareja ya no le atrae o que ya no le quiere, cuando esto no es así.
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Tratamiento de la dispareunia: la importancia de un enfoque multidisciplinar.
Para comenzar una terapia sexual, lo primero de todo, tenemos que descartar una causa fisiológica. Es importante un enfoque multidisciplinar para hacer una buena evaluación. Con todo, normalmente, son necesarios ambos tratamientos, la terapia psicológica y la fisioterapia especializada en suelo pélvico. A veces, también es recomendable consultar a una dermatóloga especializada en vulva, por si, o bien, la causa del dolor es del tejido, o bien, el tejido se ha visto afectado como consecuencia de la fricción y la irritación. La fisioterapia de suelo pélvico se encargará de reparar lo que a nivel muscular pueda estar ocasionando dolor. En la terapia psicológica se evaluarán las posibles causas psicológicas y qué es lo que está manteniendo el problema. Tras la evaluación, se le devuelve a la paciente lo que le ocurre y se le dan pautas para romper con este ciclo de dolor, frustración y dificultad para el placer y la intimidad.
En terapia sexual y psicológica, lo primero que tenemos que hacer es analizar bien las causas de la dispareunia, pero poniendo el foco en comprender qué lo causó, pero sobre todo, qué lo está manteniendo. Más adelante, se tratará de construir una relación más sana con la sexualidad y con el propio cuerpo. Para ello, se evaluarán posibles creencias erróneas entorno a la sexualidad y se empezará a conocer el cuerpo de una misma y cómo funciona, sin juicios. Además, se trabajará la ansiedad anticipatoria para aprender a manejarla.
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Al mismo tiempo, en terapia sexual pautamos no perder de vista todo tipo de relaciones eróticas que no tengan que ver con la penetración. ¿Por qué hacemos esto? A menudo, como decíamos antes, la pareja se ha ido distanciando físicamente porque han dejado de cuidar los pequeños gestos de cariño, como besos, abrazos, caricias, un guiño de ojo… por miedo a llegar a la penetración y volver a frustrarse. Para recuperar esto, la pareja tendrá que retomar estos gestos, desnudarse, tocarse, besarse,… sobre todo, para que la persona que sufre dispareunia vuelva a sentirse segura en un contexto erótico y sexual.
Si se tiene pareja, es recomendable trabajarlo en terapia de pareja. La pareja puede estar teniendo conductas que mantengan el problema. Estas suelen ser insistir sin escuchar lo que la otra parte está sintiendo, cuestionar lo que ella siente hacia la pareja y no llegar a comprenderla del todo. Esto provoca que ambas partes se vayan alejando poco a poco: física y emocionalmente. En algunos casos, la comunicación se ha deteriorado tanto que ya no solo no hablan de la sexualidad y del problema que tienen, sino, en general, de todo.
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Conclusión: la dispareunia tiene solución.
Ante todo, no podemos perder de vista que cada persona vive su sexualidad de manera única e irrepetible y no existen una manera “correcta” de vivirla. Por eso, este artículo solo pretender dar unas pistas generales. Como hemos dicho, una evaluación integral y multidisciplinar en la dispareunia es clave para su abordaje y hacerlo lo más llevadero posible. El tratamiento es largo y requiere de mucha paciencia, ya que hay que reparar diversos aspectos: las causas y su impacto. Algunos profesionales de la salud, iatrogénicamente, han retraumatizado a las pacientes con estas dificultades.
Las causas de la dispareunia pueden ser diversas y aquí las hemos reflejado agrupándolas por grupos en base a nuestra experiencia. Lo mismo ocurre con las consecuencias y su impacto. Cada persona tiene diferentes circunstancias que influyen en que esta disfunción sexual tenga más o menos impacto en su calidad de vida y son muchas las variables que entren en juego, tanto internas (autoconcepto, creencias sobre la sexualidad, salud mental, etc.) como externas (experiencias vividas, red de apoyo, el entorno, pareja, etc.). Por eso, reiteramos la importancia de someterse a una buena exploración médica, psicológica y fisioterapéutica.
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Referencias bibliográficas.
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