Domingo por la tarde. Estoy en el tren, escribiendo.
A mi alrededor, algunos vuelven a casa después de un fin de semana fuera, otros hojean un libro sin mucha concentración o miran por la ventana con la mente en otro sitio. Y algunos, como yo, viajan por trabajo.
Hace diez años, cuando me tocaba viajar un domingo, lo vivía como un DEBER. Me invadía la sensación de estar abandonando a mi familia, y el peso de la obligación me acompañaba todo el trayecto.
El domingo por la tarde tiene ese efecto. Es un cruce de emociones: la nostalgia del descanso que se va, la anticipación de lo que viene y, en muchos casos, un nudo en el estómago.
Hoy es distinto.
Viajo por la misma razón: trabajo.
Pero esta vez, con el corazón abierto.
Porque he elegido vivir una vida en la que el lunes ya no es una imposición, sino una elección.
Vivir en libertad también tiene su precio.
No hay horarios fijos ni caminos garantizados. Hay incertidumbre, decisiones que pesan y el vértigo de no seguir el guion que nos enseñaron.
Pero hay algo más grande: responsabilidad y autenticidad.
Porque cuando decides apostar por tu propio camino, te conviertes en embajadora de tus valores profesionales y personales. No los de otros. No los que esperaban de ti. Los tuyos.
Y en ese proceso de alineación interna, algo increíble sucede:
✨ Te reencuentras con los mismos de siempre, pero desde otro lugar.
✨ Aparecen nuevas personas en tu camino.
✨ Las sinergias surgen casi como por arte de magia.
✨ Y lo más valioso: sientes que estás eligiendo tu vida, en lugar de vivir en automático.
Por eso me pregunto si ese nudo en el estómago que muchos sienten los domingos no es solo por el lunes, sino por una vida en la que se han olvidado de sí mismos.
🔹 ¿Qué te cuenta tu mente los domingos por la tarde?
🔹 Si te atrevieras a escucharla, ¿qué verdad te diría tu alma?
🔹 ¿Cuántos domingos más estás dispuesto a vivir así antes de hacer un cambio?
El domingo por la tarde no es solo el final de la semana.
Es un espejo.
Y tú, ¿qué ves en él?