TRÁNSITOS 24/25
Reflexión poética de la sesión 8º de Movimiento Auténtico
Nómadas de lo Naciente
Desde lo escrito brota un río,
un cauce de emociones y aprendizajes
donde la voz desnuda su vulnerabilidad
y asoma el alma entre las palabras,
frágil pero grandilocuente,
como una semilla que germina en su confusión.
Hablas de apaciguarte,
pero ¿qué es el apaciguamiento si no
la tregua que firmamos con el ruido interno,
la rebelión suave contra el control ilusorio
que creemos gobernar?
Y es curioso, profundamente curioso,
cómo lo externo, el espejo roto de lo otro
se convierte en arquitecto de la propia prisión
y a la vez en la llave de los propios barrotes.
¿Acaso no es la paradoja constante de ser humano,
buscar la liberación mientras cargamos cadenas
que nosotros mismos forjamos?
Hablas de agradecer, te celebras,
y al hacerlo capturas fugazmente
el destello de algo más grande,
la conexión con algo que trasciende.
Pero, ¿hasta dónde es nuestro yo espiritual
y dónde comienza la narrativa que construimos para hallarnos?
¿Cuánta grandeza real brota del alma
y cuánto es el eco de lo que nos han enseñado que debemos ser?
Hablas de «VOLVER» a casa
Donde se encierra todo y nada:
un orgasmo espiritual que te sacude,
una caricia que tal vez siempre estuvo ahí,
un pacto renovado con tu esencia,
aunque también la tentación de romantizar ese regreso,
como si en el «volver» no pudiera aún
habitar el autoengaño.
Y entonces me pregunto:
¿Es este «volver» una reconciliación verdadera con tu ser?
¿O es el siguiente escalón de una escalera
que no tiene fin ?
porque el crecimiento nunca reposa,
porque el alma nunca llega y nunca parte,
porque somos un continuo devenir
entre el caos y la claridad.
No obstante, hay belleza en el viaje,
y aplaudo el vértigo de tus descubrimientos,
la audacia de celebrar tu humanidad en todo su desorden.
Aunque, al final,
queda siempre la pregunta abierta,
una brújula que nunca se detiene:
¿qué significa estar en casa
cuando somos viajeros eternos
de nosotros mismos?
Susurrantes
Ahora las palabras te caben en la boca,
como un río contenido por represas rotas,
un murmullo suspendido en la penumbra,
un eco que se niega a cruzar la penúltima sombra.
Del sonido efímero de tu ahogo,
el universo breve de un instante roto,
como una ola que duele y se desploma,
como el aire que arde y nunca toma forma.
Tu voz, un susurro que lucha y se calla,
un latido perdido en la batalla,
y sin embargo, ahí estás:
viviendo en la frágil frontera de amar y olvidar.
Hablas, aunque el silencio que evocas retumba,
aunque el miedo te deje boquiabierta,
y las palabras que caben en tu boca ahora,
sean las mismas que un día llenarán auroras.
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