Para la intervención con mujeres adultas neurodivergentes, será necesario aplicar la justicia restaurativa en trauma. Este es un enfoque que, en lugar de centrarse solo en castigar o señalar el daño, busca: reconocer el sufrimiento; escuchar las voces de quienes lo han vivido; reparar, en la medida de lo posible, las consecuencias del daño; restituir la dignidad; y transformar las relaciones y los sistemas que permitieron ese daño.
Las mujeres neurodivergentes (autistas, con TDAH, ACI…) han vivido muchas veces formas de violencia sistémica: diagnósticos tardíos, acoso escolar, medicalización injustificada, infantilización, abuso relacional, invisibilización de sus capacidades y necesidades, falta de apoyos, soledad, crisis existenciales, críticas, etc.
Por eso, la justicia restaurativa implica más que reparación individual: es un proceso colectivo, terapéutico y político que reconoce:
- Que no estaban rotas. La restauración parte de ofrecer una nueva narrativa: no eras el problema, el problema era el entorno que no te entendía ni te apoyaba.
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- Que tienen derecho a saber quiénes son. Recibir un diagnóstico adecuado y validante es parte del proceso de justicia. Saber que una es autista o ACI puede dar sentido a una vida entera de malestar no explicado.
- Que necesitan espacios seguros para expresarse sin mascara. Muchos años de camuflaje y esfuerzo por encajar han generado trauma. La justicia restaurativa incluye crear entornos donde se las escuche tal como son.
- Que merecen adaptaciones, no ajustes forzados. Tener apoyos específicos en el trabajo, la educación o la vida cotidiana no es un privilegio: es justicia.
- Que la terapia debe incluir la dimensión social del trauma. No basta con sanar las heridas internas. Hay que comprender cómo esas heridas fueron causadas por contextos injustos.
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Ya hemos hablado de lo que supone esto en terapia: nombrar las violencias sutiles y no tan sutiles vividas; validar la rabia, el cansancio, la tristeza y el duelo; no tratar de cambiar su forma de ser para que “encajen mejor”; acompañar en el proceso de reconstruir identidad y autoestima, ofrecer modelos alternativos de relación, fuera del capacitismo; y trabajar la autoafirmación neurodivergente sin romantizar el sufrimiento.
Pero, a nivel comunitario ¿Qué implica? Se exigen políticas públicas inclusivas y adaptadas; formación a profesionales sobre neurodivergencia y género. Más psicólogas formadas que intervengan y diagnostiquen correctamente en los centros sanitarios públicos. Maternidades no tuteladas, sino apoyadas. Trabajos adaptados con mantenimiento de sueldos y funciones. Escucha activa de las mujeres neurodivergentes en primera persona. Y creación de espacios donde puedan compartir, sanar y reconstruirse juntas.
En definitiva, acabar con la supremacía de la norma, y apreciar de una vez, el potencial de la diversidad.