Hola,
mi nombre es Alicia Manzano y soy Terapeuta y Coach Emocional, especializada en resolución de conflictos y Facilitadora de Comunicación No Violenta (CNV).
Durante muchos años conviví sin darme cuenta con un compañero silencioso que estaba en cada rincón de mis días: EL JUICIO.
No hablo sólo de grandes críticas ni de señalar con el dedo a los demás. Hablo de esa pequeñas evaluaciones automáticas que brotan casi sin darme permiso: «Que mal lo has hecho», «Esto debería ser distinto», «No puedo creer que haya dicho eso».
Reconocer que mi mente juzga fue como encontrar un espejo incómodo. Al principio me resistía. ¿Cómo podía yo, que me esfuerzo tanto por ser comprensiva y abierta, estar juzgando a cada rato?.
La verdad es que los juicios no son necesariamente «malos». Son una estrategia antigua que nuestra mente ha usado para intentar protegernos, ordenar el mundo, dar sentido a lo que nos rodea. El problema es que muchas veces, lejos de protegernos, nos separan, nos aisla, nos llenan de ruido y de conflicto interno.
Un pequeño ejemplo cotidiano.-
Hace unos días estaba haciendo la compra en un supermercado. En la caja rápida, una señora mayor tenía el carrito lleno hasta arriba, mientras que yo, que solo llevaba tres cosas, me impacientaba. Mi mente empezó a disparar pensamientos como: «Esta señora no debería de estar aquí», «Que falta de consideración», «Así vamos en este país».
En el pasado me habría dejado llevar por estos pensamientos, alimentando mi enfado. Pero esta vez decidí hacer algo diferente: observar el juicio. No intentar eliminarlo, sino simplemente mirarlo. Me dije: «Estoy pensando que esta señora no debería de estar aquí». Me permití sentir la incomodidad. Respiré. Me pregunté: ¿Qué necesidad mía está tocando esta situación? Descubrí que necesitaba respeto por mi tiempo, y consideración.
Sólo con identificarlo, me sentí más tranquila. ¿La situación cambió? No. ¿La señora salió corriendo? Tampoco. Pero yo si cambié. Solté parte de esa carga. Incluso pude sonreírle cunado me miró, sin rastro de rencor.
El Juicio hacia mi misma.-
No solo juzgo a los demás. Me he dado cuenta de que también me juzgo a mí misma, a veces de manera despiadada. Si llego tarde a algún sitio, sino contesto un mensaje rápidamente, si cometo algún error….. aparece una vocecita implacable: «Que desastre que eres», «Nunca lo haces bien», «No aprendes»…..
Hace poco olvidé una reunión importante. Automáticamente, mi mente empezó a castigarme. En lugar de caer en esa espiral, respiré y traté de escucharme de otra manera: «Hoy olvidaste algo que era importante para ti. Estas cansada y estás haciendo lo mejor que puedes». Reconocerlo con ternura no me exime de la responsabilidad, pero me da un espacio más amable desde donde actuar.
¿Qué hago entonces con los JUICIOS?.-
No se trata de eliminarlos. Eso sería cómo pretender que los pájaros dejen de volar. Se trata de verlos, de reconocerlos como un intento (torpe a veces) de cuidar algo que me importa. Y de ir más allá.
Cada vez que noto un juicio, trato de hacerme estas preguntas:
- ¿Qué hecho objetivo ha ocurrido?
- ¿Qué estoy interpretando yo sobre ese hecho?
- ¿Qué necesidad mía se ve afectada?
- ¿Qué sentimientos aparecen?
Este pequeño mapa me ayuda a volver al cuerpo, a la verdad de lo que siento, más allá de las historias que me cuento.
Otro ejemplo: los juicios en las conversaciones.-
El otro día en una conversación con una amiga, me sorprendí pensando: «Siempre habla de sí misma, nunca escucha». Podría haberme quedado con esa crítica interna, distanciándome de ella. En cambio, paré un momento y me pregunté: ¿Qué me pasa realmente?. Descubrí que necesitaba ser escuchada, compartir también mi mundo.
Desde ahí, cuando fue oportuno, le dije: «¿Te parece si te cuento también algo que me está pasando?. Me gustaría compartirlo contigo». Sin ataques, sin reproches. Y ella, lejos de ponerse a la defensiva, abrió un espacio para mi. Una pequeña gran diferencia.
En resumen, decir que el JUICIO no es un enemigo que hay que eliminar, sino un mensajero que hay que aprender a leer. A veces, nos señala heridas, necesidades insatisfechas, valores profundos. Si lo escuchamos con curiosidad y ternura, puede transformarse en una oportunidad de crecimiento, de conexión.
Sé que siempre no es fácil. A veces los juicios nos atrapan rápido, nos ciegan. Pero te aseguro que se puede entrenar esta mirada más amable, más lúcida. Yo lo sigo practicando cada día, con mejores y peores resultados, pero siempre avanzando un poquito más.
Si sientes que te gustaría explorar este camino, aprender a observar tus juicios sin pelearte con ellos, y transformar tu manera de comunicarte contigo y con los demás, te invito a acompañarme. En mis programas de Comunicación No Violenta (CNV) trabajamos precisamente esto: construir puentes donde antes había muros.
¿Te animas? Será un placer caminar contigo.
Si quieres saber más sobre mi trabajo y como te puedo ayudar, pincha aquí.
Gracias por leerme.
Alicia Manzano
www.aliciamanzano.com