Hola,
mi nombre es Alicia Manzano y soy Terapeuta y Coach Emocional, especializada en resolución de conflictos y Facilitadora de CNV.
Si hay algo que me preocupa profundamente como persona, es el modo en que los adolescentes se comunican , y se sienten escuchados, dentro de las aulas. Desde hace años veo cómo, tanto entre ellos como con sus profesores, el diálogo se ha convertido en un campo de batalla: frases cortantes, juicios, etiquetas, comparaciones y descalificaciones. Y lo que más me duele es que, nadie les ha enseñado a comunicarse de otra manera.
Vivimos en una sociedad hiperconectada, pero paradójicamente cada vez más desconectada emocionalmente. En un mundo saturado de redes sociales y pantallas, los adolescentes están expuestos a mensajes instantáneos, filtros que disimulan emociones y una presión constante por mostrar la mejor versión de sí mismos. En ese contexto, ¿ cómo van a aprender a expresar lo que sienten y necesitan de verdad?
Y lo más grave: ¿ cómo van a aprender a escuchar al otro, si lo que prima es responder rápido y, muchas veces, desde la crítica o la ironía?
Un aula que no enseña a hablar ni a escuchar
Cuando entro en un instituto, me basta con observar unos minutos para ver la desconexión. Hay profesores que, desde su propio estrés, lanzan órdenes y reproches, como si eso fuera suficiente para enseñar disciplina y respeto. Y hay adolescentes que, desde su propia herida, contestan con sarcasmo, miradas de aburrimiento o directamente con silencio.
En ese espacio, lo que menos hay es escucha real. Ni empatía. Ni un lugar seguro para expresar lo que sienten y lo que necesitan.
Y no los culpo: ¿ cuándo nos enseñaron eso? ¿En qué asignatura aprendimos a ponerle nombre a nuestras emociones? ¿Dónde nos explicaron que detrás de un “me da igual” puede esconderse una necesidad profunda de aceptación o de pertenencia?
CNV: una asignatura imprescindible
La Comunicación No Violenta (CNV), creada por Marshall Rosenberg, nos ofrece un marco práctico y humano para transformar la forma en que nos relacionamos. Para mí, sería imprescindible incluirla como asignatura en los institutos.
Porque, ¿ qué pasaría si los adolescentes aprendieran a distinguir entre un juicio y un hecho?
¿Qué pasaría si supieran decir:
“Me sentí frustrado cuando no me elegiste para el grupo, porque necesito sentir que cuento para los demás”
en lugar de
“Tú siempre me dejas de lado porque no te importo nada”?
La CNV enseña a identificar lo que sentimos y lo que necesitamos, y a pedir de manera clara y respetuosa. Y eso, créeme, cambia las relaciones.
Las redes sociales y el aula: un espejo de lo que no funciona
Hoy, las redes sociales son el lenguaje por defecto de los adolescentes. Y ese lenguaje está lleno de inmediatez, de likes que refuerzan el “yo” y de comentarios que a menudo critican o ridiculizan. Es un lugar donde se aprende a reaccionar más que a reflexionar.
Cuando ese mismo patrón se traslada al aula, lo que encontramos son alumnos que no saben diferenciar entre una emoción y una necesidad, y profesores que tampoco. Encontramos relaciones basadas en la autoridad y el miedo más que en el respeto y la colaboración.
Yo he escuchado a muchos adolescentes decir cosas como:
“No soporto a ese profe, me tiene manía.”
O profesores diciendo:
“Ese alumno es un vago, no hay nada que hacer.”
Ese tipo de frases cierran las puertas a la comunicación. Y lo que necesitamos son puentes.
Imagina un aula con CNV
Ahora imagina un aula donde un alumno pueda decir:
“Profe, me siento perdido con este tema. ¿Podríamos repasarlo juntos?”
Y donde el profesor responda:
“Claro, entiendo que necesites más apoyo. Vamos a buscar un momento para revisarlo.”
O imagina un conflicto entre dos estudiantes, y que en lugar de pelearse o ignorarse, puedan decir:
“Me molestó que no me invitaras, porque me gusta sentirme parte del grupo. ¿Podríamos hablar de eso?”
Ese tipo de comunicación no solo resuelve conflictos, sino que previene que se conviertan en muros insalvables.
Un cambio que empieza en nosotros
Como adulta y profesional, sé que no podemos pedirles a los adolescentes que aprendan algo que nosotros mismos no practicamos. Por eso creo que la CNV debería ser parte de la formación docente. Que los profesores puedan aprender a escuchar sin interrumpir, a expresar sus límites sin herir, a guiar desde el respeto y no desde el miedo.
Porque al final, las relaciones que construimos en el aula son el reflejo de las relaciones que los jóvenes construirán fuera de ella: con sus familias, sus amigos, sus futuros compañeros de trabajo.
Un compromiso con la empatía y el respeto
Incorporar la CNV en las aulas no es un lujo, es una necesidad urgente. Porque si queremos adolescentes más empáticos, más respetuosos y más conscientes de sus emociones, tenemos que enseñarles a hablar y a escuchar de verdad.
Y para eso, necesitamos pasar de la teoría a la práctica:
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Enseñarles a reconocer y expresar sus sentimientos sin atacar.
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Enseñarles a distinguir entre lo que sienten y lo que necesitan.
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Enseñarles a escuchar con curiosidad y no con juicio.
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Enseñarles a pedir de forma clara y respetuosa.
Porque en un mundo lleno de pantallas y mensajes instantáneos, la CNV puede ser ese espacio seguro donde las palabras vuelven a tener sentido.
Una invitación
Si te interesa transformar tu aula o tu comunidad educativa con la CNV, yo puedo acompañarte. Trabajo con docentes, adolescentes y familias para construir relaciones más auténticas y respetuosas.
Porque la verdadera educación no se mide solo en notas, sino en cómo aprendemos a vivir y convivir. Y para eso, necesitamos un lenguaje que construya puentes y no muros.
Si quieres saber más, te invito a contactarme aquí.
Porque cuando aprendemos a hablar con el corazón, el mundo cambia, y las aulas también.
Gracias por leerme.
Alicia Manzano
www.aliciamanzano.com