Si aprendes a identificar el vínculo que tienen las emociones con los pensamientos, descubrirás que son tus mejores aliadas para acceder a ellos y validar si son correctos, es decir, si están actualizados de acuerdo con tu contexto actual.
Recuerda que el contexto es uno de los vectores del talento, y la percepción del contexto depende de ti. Las emociones son el principal elemento de tu contexto interno; el vínculo entre tu contexto externo y tu contexto interno, por lo que no puedes escapar de ellas. Si no las sabes gestionar, invadirán tu realidad y dirigirán tu comportamiento sin que puedas ejercer tu voluntad.
Las emociones son la puerta de acceso a tus pensamientos. Constituyen un sistema informativo que te habla de cómo vives tu contexto, de qué piensas sobre él. Te indican cómo estás percibiendo el contexto en el que estás, cómo te hace sentir.
La emoción es información que el cuerpo envía al cerebro en relación con cómo te sientes ante lo que percibes, tanto a través de estímulos internos como externos. Por otro lado, también llamamos emoción a la expresión de un pensamiento: es cómo nuestro sistema nos muestra y nos permite acceder a nuestros pensamientos.
Nos han enseñado a huir de las emociones, a reprimirlas. Se ha escrito mucho sobre las emociones como algo molesto, perturbador, y la mayoría de veces, desdeñable. Como lo opuesto a la razón. Por eso no hemos llegado a comprender su utilidad, a pesar de aceptar la influencia que tienen sobre nuestras decisiones y comportamientos.
Reconocemos las emociones principalmente como sensaciones del cuerpo que provocan comportamientos involuntarios o incluso a veces irracionales. Por eso las emociones han sido tradicionalmente despreciadas y han suscitado poco interés. Y es que no éramos capaces de comprender su función adaptativa y verlas como un recurso. Probablemente otra de las razones de este desprecio es que a menudo menospreciamos todo aquello que no podemos controlar, como proyección de la propia incapacidad para gestionarlo.
La emoción es, por lo tanto, la expresión física del pensamiento. Cuando somos capaces de identificar la emoción, y no nos gusta, en lugar de rechazarla, hemos de dejar que fluya en nosotros, antes de actuar. Si no lo haces así, lo más probable es que dispares un comportamiento automático. En cambio, si consigues gestionar tus emociones, podrás inhibir las respuestas que generan en forma de comportamientos automáticos. La clave para lograrlo es aumentar el intervalo de tiempo entre la emoción y la acción. Es decir, dejar que repose. Sólo así podrás expresar tu talento con libertad.
La vida es movimiento, y la etimología de “emoción” nos dice que proviene del latín y que está estrechamente relacionada con el campo semántico del movimiento. Sin emoción no podemos decidir, porque la emoción orienta nuestras decisiones. Pero, como ya sabes, a veces estas decisiones se ejecutan a través de comportamientos que no resuelven tus necesidades, que no expresan tu talento. Por eso cuando los resultados no nos gustan, hemos de ir a buscar esa relación emoción-pensamiento-acción, y analizar su validez, de acuerdo a tu presente.
Si te resistes, no podrás acceder al pensamiento que genera esa emoción, y por tanto no podrás evitar ejecutar el comportamiento automático vinculado a ese pensamiento. Por el contrario, si la dejas fluir la emoción, en lugar de bloquearla o huir de ella, darás tiempo a tu sistema a acceder al pensamiento que la motiva, y podrás comprender mejor qué ha sucedido.