Hola,
mi nombre es Alicia Manzano y soy Terapeuta y Coach Emocional, especializada en Resolución de Conflictos y Facilitadora de Comunicación No Violenta (CNV).
Hay algo que me inquieta profundamente cada vez que observo a l@s niñ@s de hoy: su desconexión emocional.
Lo veo en el aula, en los parques, en cumpleaños, incluso en casa. Niñ@s que no saben mirar a los ojos, que no reconocen cuándo alguien está triste, que se ríen frente al dolor ajeno o reaccionan con indiferencia ante la emoción del otro. Niñ@s que, a pesar de tener todo al alcance, parecen vacíos de algo esencial: la empatía.
Y no me refiero a todos l@s niñ@s, claro. Pero sí a una tendencia creciente que no podemos ignorar. Me pregunto, como madre, como educadora, como adulta responsable: ¿ qué está pasando? ¿Qué hemos hecho, o dejado de hacer, para llegar a este punto?
Pantallas que reemplazan miradas.-
El primer gran enemigo de la empatía, hoy, tiene nombre y luz propia: las pantallas.
No quiero ser malinterpretada, la tecnología no es el demonio. Pero cuando un/a niñ@ pasa más horas frente a un dispositivo que interactuando con personas reales, algo se rompe.
He visto niñ@s de cuatro años que se frustran si una persona no responde tan rápido como una app. Niñ@s que prefieren ver videos en bucle antes que jugar con otr@s niñ@s. Las pantallas les ofrecen estímulo constante, recompensa inmediata y cero esfuerzo emocional. No hay necesidad de leer gestos, ni de imaginar cómo se siente el otro. Todo está diseñado para ell@s, para entretenerl@s, no para desafiarl@s emocionalmente.
Hogares con poco diálogo real.-
También creo que los hogares de hoy, por mucho amor que contengan, sufren de una gran carencia: el tiempo de calidad. No hablo de estar en la misma habitación que nuestr@s hij@s mientras trabajamos o cocinamos, sino de sentarnos a hablar, a jugar, a escucharl@s con todos los sentidos.
Muchos padres me dicen: “Pero si paso todo el día con él”. Y luego descubres que ese “todo el día” está lleno de tareas, interrupciones, pantallas y distracciones. La empatía se aprende en el contacto humano, en el roce diario de emociones reales. Si no hay espacio para eso, ¿ cuándo la van a desarrollar?
Una escuela que enseña todo, menos emociones.-
Aquí me toca hablar de lo que conozco bien: el sistema educativo. Llenamos las mochilas de cuadernos, los horarios de materias, y la cabeza de l@s niñ@s de contenidos… pero apenas les enseñamos a manejar una emoción o a ponerse en el lugar del otro.
Nos preocupamos más por si aprenden fracciones que por si saben pedir perdón. Les enseñamos a leer antes de enseñarles a escuchar. ¿Qué sentido tiene tanta instrucción si luego no saben convivir? ¿Qué sociedad estamos formando si lo emocional sigue siendo lo último en la lista?
Adultos emocionalmente ausentes.-
Y esta parte duele, porque nos incluye. ¿Cuántas veces nosotr@s mism@s estamos tan atrapad@s en nuestras propias preocupaciones que no vemos realmente a nuestr@s hij@s o alumn@s? ¿Cuántas veces contestamos en automático, sin registrar lo que nos están diciendo?
He visto a niñ@s intentando contar algo importante mientras el adulto responde sin levantar la vista del teléfono. Eso también educa. Educa que lo emocional no importa. Que lo urgente es más importante que lo humano.
No podemos pedirles empatía a l@s niñ@s si nosotr@s vivimos en piloto automático. No es justo.
La falta de juego libre y de vida en la calle.-
Recuerdo cuando yo era niña: pasábamos horas en la calle, jugando sin adultos cerca, resolviendo conflictos, inventando mundos. Aprendíamos a compartir, a frustrarnos, a negociar, a cuidar al más pequeño del grupo. Hoy, ese espacio de aprendizaje se ha reducido a horarios estrictos, actividades dirigidas o, peor aún, aislamiento en casa.
L@s niñ@s ya no juegan entre ell@s como antes. No tienen el mismo entrenamiento emocional. Y sin esa práctica, es difícil que la empatía florezca.
¿Qué podemos hacer?.-
No hay fórmulas mágicas, pero sí pasos urgentes. Como padres y docentes, tenemos una responsabilidad enorme. Hay que mirar más, escuchar mejor, estar presentes de verdad. Reducir el tiempo de pantallas no como castigo, sino como oportunidad para el encuentro. Hablar de emociones todos los días, con naturalidad. Enseñar a l@s niñ@s a identificar lo que sienten y ayudarles a nombrarlo.
Y, sobre todo, ser el ejemplo: pedir perdón, mostrar ternura, respetar sus tiempos.
La empatía no se enseña con discursos. Se contagia. Se cultiva con presencia. Y hoy más que nunca, es urgente volver a lo esencial: el vínculo humano.
Porque si nuestr@s niñ@s crecen desconectados del otro, ¿ qué tipo de sociedad estamos construyendo?
Os ánimo a reflexionar sobre ello.
Si necesitas ayuda con tus hij@s y la comunicación, puedes contactar conmigo directamente aquí.
Gracias por leerme.
Puedes leer más artículos sobre CNV y Gestión de Emociones aquí.
Alicia Manzano
www.aliciamanzano.com