No decimos nada nuevo cuando hablamos de que la adolescencia es una montaña rusa de emociones, las hormonas están a flor de piel y nuestro cuerpo y nuestra manera de pensar están en continuo cambio. La tristeza empieza a estar más presente, pero no necesariamente de una manera patológica. Durante la adolescencia, tenemos que aprender a entristecernos o enfadarnos.
Por eso, se suele decir que es una etapa vital difícil: no nos da tiempo a afrontar todos los cambios que se nos vienen y lidiar y comprender las emociones en la adolescencia puede ser harina de otro costal. Una de las cosas más importantes en esos momentos es nuestro grupo de iguales, cuyos miembros, se encuentran en el mismo huracán emocional.
En este artículo, queremos hablar de las emociones en la adolescencia, por qué, a veces, los adolescentes son los eternos incomprendidos y cómo funcionan las emociones en esta etapa.
¿Por qué las emociones son más complejas en la adolescencia?
La primera pregunta es si las emociones durante la adolescencia son diferentes que en la edad adulta o en la infancia. Técnicamente, no. Los seres humanos experimentamos emociones a lo largo de toda nuestra vida. Lo que ocurre es que a medida que vivimos más, tenemos más experiencias y, por tanto, sentimos más. A continuación, explicamos algunas de las razones por las que entender a los adolescentes y que se entiendan a ellos mismos puede ser un reto:
- Aún no te conoces.
Tu cuerpo, tu cerebro y tu entorno están cambiando. A los cambios, hay que adaptarse. Aunque los seres humanos tenemos capacidades para adaptarnos al medio, esto no significa que sea fácil. Qué es lo que te gusta, qué se te da bien o en qué situaciones estás más cómodo/a son cosas que no tienes por qué saber aún. No obstante, aunque no te lo creas, las emociones son las que te guiarán para conocerte.
- Búsqueda de identidad.
Dentro de este proceso de autoconocimiento, estás intentando hallar quién eres, quién quieres ser. Para encontrar respuesta, es natural que te lo cuestiones todo el rato, lo cual generará riadas de emociones como el miedo, la rabia, la confusión, etc.
- Nuevo espacios.
Hablábamos antes de adaptarse al medio. En la adolescencia es cuando salimos de nuestro “hábitat natural” que es la familia para entrar en otro que son nuevas amistades y grupos de iguales. Esto pondrá a prueba tu autonomía, tus habilidades sociales y cómo te relacionas con los demás. Es una etapa de descubrimiento de quién quieres ser tú, pero también quién quieres ser tú con el resto y cómo quieres que el resto sea contigo.
- Cambios en las relaciones familiares.
En la adolescencia empezamos a tomar consciencia de muchas cosas, situaciones, etc., sin embargo, aún no somos lo suficientemente adultos para saber gestionarlas todas. Pedimos ayuda a nuestros familiares más cercanos, que no tienen las respuestas a todo y el o la adolescente puede sentirse solo o incomprendido. En esa búsqueda de identidad, nuevos espacios y nuevas personas con las que relacionarse, inevitablemente, cambian algunas dinámicas familiares. Y así debe ser, puesto que hay que empezar a tener cierta autonomía.
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¿Cómo manejar las emociones en la adolescencia?
1. Tomar consciencia.
En esta etapa de la adolescencia, cuando las emociones se vuelven más complejas e intensas, es muy importante que aprendamos a detectar y ponerle nombre a lo que sentimos. Una adecuada educación emocional para desarrollar la inteligencia emocional es necesaria desde siempre, pero aquí más que nunca. Darte cuenta de qué sientes, dónde lo sientes y qué es lo que sientes te ayudará a parar y permitirte sentir.
2. No eres tus emociones.
Estar triste no te convierte en una persona triste, ni sentir celos te convierte en una persona celosa. Con lo cual, hemos de entender que las emociones son sensaciones físicas que siente nuestro cuerpo, tratando de decirnos algo, que así como vienen se van. Ten claro que tus emociones no te definen.
3. Las emociones vienen y también… se van.
Como acabamos de decir las emociones durante la adolescencia y durante toda la vida son, básicamente, sensaciones físicas. Son temporales, es decir, se pasan. Aprender a sostenerlas, es decir, dejarlas estar y validarlas será la clave para manejar bien nuestras emociones. Está bien si estás triste, pero si te quedas ahí juzgándote o tratando de racionalizar por qué estás triste, entrarás en bucle y la emoción tardará mucho más en irse.
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4. Piensa que causó ese sentimiento.
Aunque no siempre encontrarás un por qué, párate un momento a pensar qué pudo generar que te sintieras triste. Comprender el motivo te ayudará a validar tus emociones. Ojo, si no encuentras motivo tu emoción sigue siendo igual de válida. Solo decimos que merece la pena darle una pensada por si detectaras una situación común que desencadena tu tristeza u otra emoción.
¿Cuándo pedir ayuda?
Aunque las emociones son naturales y validables, a veces, se nos hacen bola y no sabemos cómo manejarlas. Cuando nos desabordan tanto que nos limitan y nos impiden llevar una vida normal o la rutina que queremos es necesario pedir ayuda para salir de ese pozo. Por ejemplo, una depresión no solo se caracteriza por una profunda tristeza, sino también por una falta de motivación en todo. Además, estas emociones mal gestionadas pueden derivar en trastornos de ansiedad, entre otros.
En estos casos, es necesaria una adecuada evaluación psicológica. Debemos normalizar las emociones, por supuesto, pero cuando ya no sabemos cómo gestionarlas o nos estamos desbordando, es hora de ir al psicólogo. Si llevamos un tiempo que las emociones, los pensamientos y lo que sentimos nos impiden llevar a cabo nuestro día a día con bienestar, debemos pedir ayuda profesional.
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Referencias bibliográficas.
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