¿Cuántas veces has dicho «sí» cuando en realidad querías decir «no»? ¿Has sentido culpa por poner un límite o miedo a lo que pensarán los demás? No estás solo/a.
Aprender a poner límites es un reto que muchas personas enfrentan, y aunque parezca una habilidad sencilla, en realidad está ligada a nuestra historia personal, nuestras creencias y la forma en que nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos. Decir “no” no es solo una cuestión de voluntad; implica enfrentarse a miedos, romper patrones aprendidos y, muchas veces, cuestionar la idea que tenemos sobre lo que significa ser “buena persona”, ser querido o ser aceptado.
Hay varias razones por las que decir «no» o marcar límites nos resulta difícil:
1. Miedo al rechazo o al conflicto
Uno de los motivos más habituales es el miedo a generar malestar en la otra persona, a ser malinterpretados o provocar distanciamiento. La necesidad de aceptación y el deseo de evitar conflictos pueden llevarnos a ceder, incluso si eso implica ir en contra de nuestro bienestar.
2. La culpa
A menudo cargamos con la responsabilidad del malestar ajeno, incluso cuando sobrepasa nuestros propios límites. Esto se debe a la creencia de que priorizarse es un acto egoísta, pues está muy arraigada la idea de estar siempre disponibles para todo y todos. Sin embargo, esta es completamente errónea. Establecer límites es una forma sana de cuidar nuestro tiempo y equilibrio emocional.
3. Falta de costumbre o aprendizaje
En ocasiones, la dificultad para marcar límites proviene de no haber tenido personas de referencia que lo hicieran. Si durante la infancia no se respetaron las propias necesidades o se creció viendo cómo los demás tampoco defendían las suyas, no es de extrañar que en la adultez resulte difícil hacerlo.
- Autoestima baja
Cuando no se valoran lo suficiente nuestras emociones o creemos que no merecen atención, se tiende a priorizar siempre a los demás. En estos casos, decir que “sí” puede ser una forma de buscar validación, afecto o reconocimiento, a costa de nuestra salud mental.
Establecer límites significa tener claro hasta dónde llegas tú y dónde empieza el otro. Es un acto de honestidad, amor propio y también de respeto hacia los demás. Esta capacidad puede ser difícil al principio, pero con práctica se convierte en una herramienta poderosa para construir relaciones sanas y una vida más equilibrada.